Salir al balcón, a medianoche y que la luna llena te ilumine. Mirar las pocas estrellas que entre la polución se observan y respirar hondo. Soñar despierta con todo lo que podrías conseguir si te lo propusieras. Soñar a que podrías convertirte en esa mujer que tanto deseas con una estrella de fuerza de voluntad guiándote y un rayo de luna vigilándote. Y gritar a pleno pulmón que “Sí, lo haré. Lo conseguiré.”
Sonríes inocente cuando algunos vecinos se asoman a la ventana para ver quien grita y para decir que te calles. No te importa. ¿Cómo te iba a importar algo tan banal cuando acabas de decidir luchar por tus sueños? No, no te importa. Y coges otra bocanada de aire frío y sonríes. Y luego aparece una risa tonta que no tiene más lógica que la felicidad que te aporta el tomar una decisión tan importante como la que acabas de tomar. Sabes que el camino será duro, que tendrás bajadas pero que después de esas bajadas vendrán unas subidas más fuertes, más ansiosas y con más ganas de llegar a la meta. Te apoyas en la barandilla y cierras los ojos, dejas que durante unos instantes más el aire te golpeé con suavidad, antes de adentrarte en tú casa y empezar a luchar por tus sueños.
Luna