Se encontraban sentados en una de
las tantas banquetas de roca que había en el parque del Triunfo, observando como
el agua descendía en pequeños riachuelos a su lado. Estaba helada.
- Oye, ¿tú en qué crees? – Le preguntó él, siguiendo a su vez el
descenso del agua y de una hoja que se había caído del árbol que los escondía
de los juguetones rayos de sol.
- ¿En qué creo? – Su pregunta la pilló por sorpresa y será por el
cansancio, porque estaba embobada mirando el agua o simplemente porque casi
nunca sabía porque él hacía las preguntas que hacía, pero no lo entendió.
- Sí. Hablamos constantemente sobre política, economía, manifestaciones,
posibles revoluciones, un cambio… pero nunca me has dicho cual es tu ideología.
- Oh, eso. ¿Y quién te dice que
la tengo? – Se giró, dándole la espalda al riachuelo para clavar la vista
en la gente que había en el parque. Le encantaba ese sitio.
- Por que todos la tenemos, lo queramos reconocer o no. No digo que te
clasifiques en fascista, socialista, comunista, anarquista o en cualquier otra doctrina,
pero estoy seguro que tienes una ideología.
- Bien, porque no sigo ninguna doctrina. Admito que simpatizo más con
alguna, pero nada más. – Se calló durante unos segundos, poniendo sus ideas
en orden y pensando por donde empezar. –
Creo en la libertad. - Silencio. - En un mundo igualitario, sin que ninguna
persona esté por encima de otra. Un mundo en el cual el dinero y lo material no
gobierne sobre los seres vivos, de hecho, el dinero en ese mundo ni siquiera
existe; trueque, como antaño. Los humanos no nos creeremos superiores a otras especies
por lo que no nos dedicaremos a asesinarlos para así nosotros poder
alimentarnos, vestirnos o divertirnos. – Subió sus piernas a la banqueta y
las abrazó, apoyando su barbilla en las rodillas y miró con más atención todo
lo que la rodeaba. – No nos dedicaremos
a destruir la mano que nos da de comer: la Naturaleza; si no que la cuidaremos
como nuestro bien más preciado. Los niños serán educados fuera de unos
edificios que se asemejan a unas cárceles, que te oprimen y te
institucionalizan. Hablando de cárceles… estas no existirían. Es increíble lo
que la libertad puede hacer en las personas; no habría delincuencia porque
nadie necesitaría de ella. Y los casos aislados… bueno, seguro que habrá una
forma de ayudarlos sin necesidad de cárceles. No habría cuerpos opresores, nada
de policía, de antidisturbios… ningún tipo de violencia es viable en este mundo.
Y las mujeres… las mujeres no seremos tratadas como meros objetos sexuales o
como esclavas bajo dominio de un hombre, un Estado o una religión. – Volvió
a callarse, y en esta ocasión lo miró a él. En sus ojos se podía observar un
brillo el cual él jamás había visto. –
Joder, Gianni, ¿sabes lo que vivir en ese mundo significaría? – Emociones contenidas
se pudieron sentir en esa pregunta, la cual no esperaba ninguna respuesta, tan
solo una reflexión.
- Pero ese mundo es imposible, nunca se conseguirá. – No quería
desilusionarla ni tampoco ofenderla, tan solo era realista o eso es lo que él
creía. Pero ella sonrío y se encogió de hombros.
- No existe lo imposible. Si hemos conseguido llegar hasta aquí,
habiendo vivido en un mundo que estaba en paz y armonía con la Naturaleza y el
resto de seres vivos, también podemos volver a crear un mundo parecido a ese. –
Se refería a las sociedades primitivas, aquellas que con poco se conformaban y
que además eran felices así, teniendo más tiempo libre para el ocio, para los amigos y familiares, y no dedicando más de media vida trabajando para otros. – Además, yo no estoy diciendo que sea
fácil y tampoco que yo vaya a verlo, porque sé que no lo conseguiré. Pero si
algún día, alguna generación ve ese mundo y vive en él… habrá merecido la pena
toda la actual y futura lucha. – Esta vez su sonrisa se ensanchó, sublime.
- Y tú estarás en el campo de batalla. – Una verdad que susurró
pero más que para ella, para si mismo. Y ella solo pudo sonreír porque sabía
que así era, que aunque había empezado a luchar hace poco y aunque ahora mismo
estaba haciendo pequeñas cosas, sabía que llegaría un día en el cual saldría a
la calle dándolo todo. Dándolo todo por lo único que la hacía vibrar. Por la
libertad.
Luchar