lunes, 29 de octubre de 2012

Sueños


Un sillón en medio de un salón decorado con cuadros, fotografías, plantas... un tocadiscos en un pequeño mueble color caoba, ubicado en una de las esquinas de la estancia. Una taza de té; frutas del bosque. Descansando en la mesita de al lado del sillón, la cual tiembla cada vez que la acaricias. Pequeñas y vaporosas nubes de delicioso aroma vuelan hacia el techo en busca de libertad. Una muchacha en el sillón, que de vez en cuando da pequeños sorbos del té; frutas del bosque. Una muchacha con un libro en la mano, que se embriaga con su lectura y que de vez en cuando se imagina a sus escritores favoritos, en un sillón, con una taza de té al lado, empapándose con la lectura de otros autores, que a su vez, en algún momento, estarían haciendo lo mismo que ellos: leer, en un viejo sillón, con un té como única compañía, a parte del mundo que las páginas del libro, que en sus manos descansa, cuenta; susurrante, ardiente, sublime. 

lunes, 15 de octubre de 2012

Vida


Notas musicales inundando la habitación, inundando tu cuerpo, tu mente, cada célula de tu cuerpo. Notas musicales que absorben todo lo negativo dejando tan solo un camino de color rojo. Rojo pasión. Voces transformadas en caricias, en labios inferiores mordidos, en uñas adornadas por el color rojo arañar tu cuello. Un ritmo lento, vaivenes suaves al ritmo de la melodía. Una música que te lleva a un mundo paralelo, lleno de olor a cuero, de texturas y de diversos sabores. Ojos vendados, suaves caricias y… Zas. Una fina y sublime línea entre el dolor y el placer. Entre derribar barreras sociales y mentales para disfrutar. Para sentir. Sentir y dejarte llevar. Música. Olor a cuero. Una orden. Una obediencia. Notas musicales. Zas. Una caricia. La decadencia de lo mundano, acercándose vertiginosamente hacia  una luz rojiza. Una luz que inunda tus sentidos y que se cierne sobre ti como una avalancha. Una avalancha que te arrolle  y que contra todo pronostico, te lleva a rozar el cielo con las yemas de los dedos. 


domingo, 7 de octubre de 2012

La libertad


La libertad… ¿qué es?
Difícil pregunta y sin embargo creemos poder definirla, pero ¿podemos? Es una palabra que describe algo tan majestuoso y tan sublime que personalmente me da incluso miedo intentar definirla porque eso implicaría ponerle límites. ¿Ponerle límites a la libertad? Es hasta absurdo. Pero voy a intentarlo aunque sea por el placer de ordenar la nube de ideas que tengo en mi cabeza acerca de Ella. Ojo, es una opinión personal, no pretendo que esteis de acuerdo y compartáis mis ideas.

La libertad es el aire, las nubes, la lluvia y todo aquello que la madre naturaleza nos ha dado para que cada ser vivo de la Tierra disfrutemos de la magnitud de la vida.  Es el poder correr desnudo debajo de la lluvia porque de verdad quieres hacerlo y no porque te piden que lo hagas, porqué “está de moda” o porque pretendas demostrarle algo a alguien que no sea a ti mismo. Es respirar tranquilo, mientras te tumbas en medio de la terraza mientras tus vecinos te observan por sus ventanas y te juzgan en silencio. Es elegir cada uno de tus deseos, sueños y metas sin que te veas influenciado por opiniones ajenas, ni por normas sociales, si no porque tu mismo has elegido dar ese paso y no otro. Es gritar y luchar por aquello que merece la pena y por aquello que beneficiaría a todos y no solo a ti. Es pensar y creer que la libertad no es verdadera si el único que la disfruta eres tú. No es hacer todo lo que quieras sin tener en cuenta a los demás, porqué la frase de “tu libertad acaba donde comienza la libertad del otro”, tiene su razón de ser.

La libertad implica igualdad, solidaridad, cooperativismo. Implica no creernos superiores ni demostrar ese intento de superioridad. Ser libre quiere decir que sabes escuchar, razonar, comprender y querer aceptar que puedes estar equivocado y que puedes cambiar de opinión. Es romper cuantas más barreras mejor. No solo físicas, ni sociales, sino que también y sobretodo mentales. Somos los primeros que nos ponemos barreras; ser libre implica poder y querer destruirlas.

Contra todo pronóstico, ser libre no quiere decir aislarse en una montaña y convertirse en un ermitaño, si no saber adaptarse a los tiempos que corren pero sin que te dominen.